¿Cuándo fue la última vez que prometiste algo?
¿Cómo te has sentido las veces que te han fallado tras una promesa?
Las personas necesitamos soñar, marcarnos grandes metas y darlo todo por cumplirlas, porque la promesa que más nos duele que se incumpla es la que nos hacemos a nosotros mismos.
No paran de verse casos de compañías que confunden su Propósito con la Responsabilidad Social Corporativa cuando, en realidad, tienen poco que ver. El propósito, dentro del negocio, concreta cómo es el rol de la marca. Define por qué existimos y para qué estamos aquí. Prometer que tu negocio va a ser más sostenible o va a recaudar fondos para la ONG de turno no tiene nada de promesa ni de propósito.
El propósito de las marcas, al igual que el de las personas, determina su razón de ser, su verdadera meta. ¿Qué en algunos casos puede estar asociado al medioambiente? Por supuesto, un claro ejemplo tenemos en Ecoalf. Pero esto es así solo porque su modelo de negocio está centrado en el medioambiente.
¿Sería esto posible de aplicar de igual forma en el sector automovilístico? ¿y en las grandes eléctricas? Si tu propósito es dejar un mejor mundo para las generaciones futuras, ¿a qué esperas para invertir todo en hacer funcional los vehículos eléctricos y crear una red de electrolineras? ¿a qué esperas para aplicar un modelo energético basado en energías renovables? ¿a qué esperas para…?
Y es que ese es el verdadero problema. Las empresas están prometiendo cosas que directamente no van a cumplir, cosas que incluso están en contra de su propio modelo de negocio, simplemente porque está de moda, porque es lo que toca, porque les ayuda a vender más. Pero lo que no ven es que un propósito coherente a tu marca puede aportar un bien común que ayude a mejorar tu entorno, que haga el día a día más fácil a las personas, creando en el proceso conexiones mucho más fuertes con tu audiencia.
Porque es mejor tener el propósito de hacerte sonreír y cumplirlo, que prometerte que vamos a cambiar el mundo y no mover un dedo por conseguirlo.
